Algunas veces llorando, otras veces sufriendo de soledad y tantas otras veces sintiendo el abandono de DIOS. Es muy duro. Sobre todo por el cansancio que produce en el alma sentir que no estás avanzando. Qué por más que intentas, no logras dar un paso al frente. Son momentos en los que la Fe es sacudida porque sientes que DIOS no te escucha, que estás perdiendo la batalla y que vas a morir.
Hasta que te acuerdas que vas camino a una Gran Victoria. Y te acuerdas de reclamar las Promesas del SEÑOR. En ese momento recuperas fuerzas, levantas el rostro y te enfocas en lo que está al frente.
Ahora ya nada de lo que antes te agobiaba es tan grande como tu Fe y tu deseo de seguir... Ahora ya nada te puede detener. ¿Por qué?
Porque sabes que al final del camino ya no habrá más desierto, más tormentas ni más sufrimientos. Sino que te espera la Corona de Vida que el SEÑOR tiene para aquellos que no se rinden.
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