Orar no es "pensar" en Dios.
Sólo eso no basta.
Orar es conversar con Dios como se conversa con una persona con la que se tiene mucha confianza (con esa persona a la que se acude a contar los asuntos íntimos, lo que yo sufro y lo que me alegra)
ORAR ES TRATAR A DIOS COMO AMIGO ÍNTIMO ("como un amigo habla con otro amigo").
Tratarle como algo muy natural, nada complicado, ni forzado, pero muy importante, indispensable en nuestra vida...
Orar es algo muy humano...
Por eso no oran mejor los que más saben, sino los que más sienten: "Te doy gracias, Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes y se les has mostrado a los pequeños" (Lc 10,21).
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