Querido Señor:
Acudo a Ti sintiéndome ansiosa y atemorizada. Mi lucha no es con nadie, pero hoy me toca enfrentarme cara a cara conmigo misma. Debo confrontar mis realidades, abrir la puerta a la sinceridad, para que pueda llegar la sanidad que tanto ansío y espero.
Si como a Pedro me preguntaras que si te amo, respondería: ¡Señor, sólo Tú sabes cuánto te amo! Lucho con tantas imperfecciones a diario y a mi alrededor hay tanta presión que a veces siento que voy a explotar. Que no podré continuar por más esfuerzos que hago por avanzar y salir hacia adelante.
Y sé que sería mi ser, como tierra árida y seca si Tú no estuvieras aquí conmigo. El enemigo ha intentado robar mis sueños y quebrantar mi fe, pero desde ese lugar profundo de mi ser, desde el rincón más íntimo y secreto de mi alma, mis células respiran ese Amor y esa Gracia que no permite que huya de Tus Brazos y de Tu Amor.
Es tan fuerte tu Espíritu sobre mí, aunque yo me sienta tan vulnerable y tan débil a veces. Tú conoces también lo decepcionada que me siento cada vez que pienso que te fallo. Me surge este sentimiento de impotencia cuando creo que voy avanzando, porque doy dos o tres pasos hacia adelante y retrocedo como diez.
¿Qué voy a hacer Señor? ¿Qué es lo que hay más adelante? ¿Por qué no logro ver, qué es lo que aún no he logrado entender o comprender? ¿Por qué tarda tanto eso que espero? ¿Por qué siento que no son suficientes mis esfuerzos? ¿Qué es lo que no supero? Deben ser mis miedos o tal vez esas preocupaciones y tristezas que a nadie cuento. Que duermen calladas y en la noche me acompañan. Quizás son esas ilusiones rotas que algunas personas se han encargado de quebrar y me han dejado tan marcada.
Estoy tan lejos de ser perfecta. No puedo ni quiero ser lo que los demás gritan, esperan y presionan para que sea. Pero algo sé que es muy cierto, aún en medio de este desierto. No soy autosuficiente, me gusta depender de Ti y estoy convencida de que Tú te glorificas aún en medio de mis debilidades. Eso me impulsa a seguir, a continuar aunque todo parezca incierto. A seguir creyendo aunque la respuesta tarde. Porque Tú Luz resplandece sobre mi vida y alumbra mis noches oscuras.
Ayúdame a verme y aceptarme de la forma tan maravillosa como me ves y aceptas Tú. Que esperas siempre lo mejor de mí, que me miras con ojos de ilusión y orgullo. Que me amas y me ves como la más bella estrella. Que me cuidas con la fragilidad que se protegen las rosas. Porque aunque hoy sea un día en el que me siento horrorosa, sé que para Ti soy primorosa. Hazme escuchar la canción que entonas para mí, ese concierto que interpretas para calmar mis ansiedades. Trae a mi memoria el recuerdo más hermoso, ese que me hace sonreír al saber que cumplirás todas las promesas que has declarado sobre mí.
¡Ay mi querido Dios, estoy tan agradecida de Ti! Y es que mientras te estoy escribiendo y conversando, traes a mi vida un gozo, una esperanza nueva, una paz que me purifica y renueva. Hermosea y perfecciona esta vasija que acude ante Ti. Doblega mi voluntad y hazme cada día mejor. Remóntame como el águila, sopla de tus frutos sobre mí. ¡Oh Dios de los cielos, pero más aún de mi vida y de mi corazón! Haz que olvide la incertidumbre y me adueñe de certezas, porque estoy en tu Presencia. Y al estar en tu Presencia vuelvo a recordar que Tú haces por todos nosotros COSAS GRANDES Y MILAGROSAS. Amén.
Autora: Brendaliz Avilés
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