“Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor…” (2 Timoteo 1:6-8)
Esto se trata de que avives el fuego, de que no permitas nunca que la llama se apague dentro de ti, porque si tu llama se apaga, tu vida espiritual peligra. Y si tu vida espiritual peligra, las demás cosas comenzaran a fallar también.
¡No es fanatismo, ni extremismo! Es que el fuego, la llama interior se aviva en nuestros corazones cuando tenemos una relación personal con nuestro PADRE DIOS y cuando nos comunicamos con ÉL constantemente en oración, lectura de la palabra y comunión con nuestros hermanos.
Cuando esa llama arde, provoca apasionamiento, búsqueda, entrega, excelencia y regocijo, entre muchas más cosas. Cualquier misión que hagas por más pequeña que parezca es grande, y solo la puedes llevar a cabo tú, aunque haya otras personas que también lo hagan.
Tú y yo somos antorchas, lámparas encendidas que llevamos la luz del Amor y el conocimiento de DIOS.
Mantente siempre avivando la chispa y si sientes que no te quedan fuerzas, pégate al lado de otras antorchas que te ayuden a avivarte y encenderte de nuevo.
¡NO TE AVERGÜENCES DE SER UN SEGUIDOR DE CRISTO, PORQUE ESTOY SEGURA QUE DIOS ESTÁ MUY ORGULLOSO DE TI!
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