Yo creo que la confrontación puede hacerse de manera diferente.
Con frecuencia nos preguntamos qué tan importante puede ser la confrontación. A veces la respuesta es obvia. La confrontación es importante en tanto le permite a las partes en conflicto, descubrir qué tan fuertes, poderosos, astutos o competentes son.
Nos gusta compararnos con las habilidades, poderes y destrezas de los otros. Sin embargo la confrontación psicológica puede traer graves consecuencias emocionales, sobre todo para quienes terminan perdedores en estos encuentros.
Confrontar a otra persona supone la habilidad de un relojero. No es fácil criticar sin herir y mucho menos hacerlo con amor.
Los tiempos de hoy invitan al diálogo amoroso.
Es importante conectar las palabras al corazón. Cuando se tiene claro lo que se va a decir, lo único que resta es expresarlas de tal manera que puedan acariciar al otro.
Confrontar también significa enfrentar una realidad personal o social. Algunos prefieren no hacerlo; se engañan a sí mismos negando la realidad. Los seres humanos no estamos preparados para la verdad absoluta. Todavía necesitamos engañarnos, mentirnos a nosotros mismos. Nos duele aceptar la realidad de una crítica o un comentario que lastima nuestro ego.
El arte de criticar consiste en saber decir las cosas para que alimenten, para que, lo que se diga, sea nutritivo y ayude al crecimiento del otro.
Una crítica que nace del odio, el rencor o los celos, no sólo violenta a la otra persona, sino que ataca en dirección a nosotros mismos.
La familia y la pareja no pueden ser campos de batalla.
Saber criticar tiene su origen en el estilo de confrontación que aprendimos cuando éramos niños. Tanto que nuestra forma de criticar hoy, es muy parecida a la manera como fuimos criticados en la infancia. Esto hace que más adelante seamos jueces implacables. Nos convertimos en nuestros más duros críticos, iniciando una alocada carrera por la vía de la intolerancia.
El secreto está en cambiar acaloradas discusiones por entretenidas controversias.
Sólo la crítica que nace del amor puede confrontar amorosamente.
El Ego es nuestro principal enemigo, cuando se trata de saber criticar y confrontar; pues, cuando se confronta desde el Ego las palabras que surgen están cargadas de vanidad, resentimiento y rencor.
Cuando se habla desde el miedo o la prevención nuestra crítica suena a reproche y queja.
Cuando la crítica se hace desde el Yo, nuestras palabras y gestos están llenos de amor, verdad, ternura, respeto y comprensión.
Cuando tenemos algo que decir, o criticar es bueno hacer un análisis previo y preguntarnos:
¿Lo que voy a decir va a ayudar a crecer como persona al otro?
¿La forma como lo voy a decir, es dulce y amorosa?
¿La información que voy a transmitir, es verídica, clara y está organizada?
Al confrontar, debe primar el beneficio del otro, el enriquecimiento de la relación y el mejoramiento continuo de uno mismo en el arte de saber decir las cosas.
Aprender a autoevaluarse es fundamental para el logro de objetivos trascendentes; entonces cuando somos cariñosos con nosotros mismos, podemos serlo con los demás. Cada cual tiene derecho a equivocarse; sin embargo lo más importante es reconocerlo amorosamente, para corregirse.
Y finalmente, al momento de auto-confrontarnos, preguntarse: ¿qué me hace ser tan duro conmigo mismo?
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